A medida que pasan los años, somos más sensatos con nuestros comportamientos ante determinadas situaciones: Logramos observar nuestras acciones y pensamientos en cada circunstancia de nuestra vida, haciendo consciente lo que alguna vez era inconsciente.
Al percibir nuestro modo de actuar identificamos sentimientos y emociones que nos afectan positiva y negativamente. Un sentimiento frecuente es la “vergüenza” la cual genera en nosotros incomodidad producida al sentirnos humillados, insuficientes o ridículos ante nosotros mismos o frente a otras personas.
La vergüenza produce sensaciones de temblor, sudoración excesiva, ritmo cardíaco alto y hasta enciende el color de nuestro rostro. ¡Aún a mi edad de 24 años no sé cómo reaccionar cuando me cantan el “Feliz cumpleaños”!. Como alguna vez dijo John Bradsaw “Es la emoción que nos hace sentir finitos” ante una situación fuera de nuestra propia comodidad.
El exceso de vergüenza se relaciona con una autocrítica negativa hacia nosotros mismos y está basada en las creencias que hemos adoptado con el paso del tiempo. Las raíces de estas creencias surgen de abusos en la infancia, bullying en el colegio o a causa de exigencias por parte de nuestra familia generando en nosotros una autoestima baja y un mal manejo de las emociones como ansiedad y miedo desmedido.
Cuando nuestra propia percepción se distorsiona, no sólo tendremos miedo de exponernos frente a otros sino que además tendremos miedo de mostrarnos a nosotros mismos como somos. Por lo que nos limitaremos a vivir una vida bajo la zona de confort y nos perderemos nuevas aventuras y desafíos. Elsa Punset manifestó “Con los miedos y las vergüenzas se escapan también por el desagüe casi todas las cosas inesperadas y divertidas, las oportunidades y los encuentros insospechados”.
Sin embargo, la vergüenza es imprescindible para la relación entre pares ya que funciona como mecanismo de adaptación al delimitar qué es lo correcto y está dentro de las normas y reglas sociales, generando relaciones fluidas entre nosotros y nuestro entorno potenciando así nuestra responsabilidad social.
El psicólogo Albert Bandura planteó la manera de reconocer nuestro comportamiento mediante tres sencillos pasos:
1. Observarnos
2. Generar un juicio
3. Darnos una respuesta: La cual puede ser positiva (hará que nos sintamos orgullosos de nosotros mismos) o negativa (avergonzándonos de nuestra conducta).
Pero debemos ver las dos caras de la misma moneda: Carecer de vergüenza nos volvería personas sin límites actuando de acuerdo a nuestra propia conveniencia, dejando de lado la empatía y el respeto hacia los demás.
Considero que la vergüenza, al igual que el miedo, actúan como reguladores de nuestro comportamiento indicándonos que estamos en un contexto diferente al habitual y nuestra manera de proceder dependerá de la importancia que le demos a estas emociones y sentimientos: “Lo que nos protege de lo desconocido también te encierra y te priva de tu libertad”.
No dejemos que las evaluaciones ajenas y mucho menos las experiencias desfavorables del pasado nos sensibilicen y limiten nuestro porvenir.
“Mientras no te lastimes, te hagas daño o te pongas en peligro, tienes la obligación de probarlo todo al menos una vez en la vida” ¡No permitas que la vergüenza te demore!.
Al percibir nuestro modo de actuar identificamos sentimientos y emociones que nos afectan positiva y negativamente. Un sentimiento frecuente es la “vergüenza” la cual genera en nosotros incomodidad producida al sentirnos humillados, insuficientes o ridículos ante nosotros mismos o frente a otras personas.
La vergüenza produce sensaciones de temblor, sudoración excesiva, ritmo cardíaco alto y hasta enciende el color de nuestro rostro. ¡Aún a mi edad de 24 años no sé cómo reaccionar cuando me cantan el “Feliz cumpleaños”!. Como alguna vez dijo John Bradsaw “Es la emoción que nos hace sentir finitos” ante una situación fuera de nuestra propia comodidad.
El exceso de vergüenza se relaciona con una autocrítica negativa hacia nosotros mismos y está basada en las creencias que hemos adoptado con el paso del tiempo. Las raíces de estas creencias surgen de abusos en la infancia, bullying en el colegio o a causa de exigencias por parte de nuestra familia generando en nosotros una autoestima baja y un mal manejo de las emociones como ansiedad y miedo desmedido.
Cuando nuestra propia percepción se distorsiona, no sólo tendremos miedo de exponernos frente a otros sino que además tendremos miedo de mostrarnos a nosotros mismos como somos. Por lo que nos limitaremos a vivir una vida bajo la zona de confort y nos perderemos nuevas aventuras y desafíos. Elsa Punset manifestó “Con los miedos y las vergüenzas se escapan también por el desagüe casi todas las cosas inesperadas y divertidas, las oportunidades y los encuentros insospechados”.
Sin embargo, la vergüenza es imprescindible para la relación entre pares ya que funciona como mecanismo de adaptación al delimitar qué es lo correcto y está dentro de las normas y reglas sociales, generando relaciones fluidas entre nosotros y nuestro entorno potenciando así nuestra responsabilidad social.
El psicólogo Albert Bandura planteó la manera de reconocer nuestro comportamiento mediante tres sencillos pasos:
1. Observarnos
2. Generar un juicio
3. Darnos una respuesta: La cual puede ser positiva (hará que nos sintamos orgullosos de nosotros mismos) o negativa (avergonzándonos de nuestra conducta).
Pero debemos ver las dos caras de la misma moneda: Carecer de vergüenza nos volvería personas sin límites actuando de acuerdo a nuestra propia conveniencia, dejando de lado la empatía y el respeto hacia los demás.
Considero que la vergüenza, al igual que el miedo, actúan como reguladores de nuestro comportamiento indicándonos que estamos en un contexto diferente al habitual y nuestra manera de proceder dependerá de la importancia que le demos a estas emociones y sentimientos: “Lo que nos protege de lo desconocido también te encierra y te priva de tu libertad”.
No dejemos que las evaluaciones ajenas y mucho menos las experiencias desfavorables del pasado nos sensibilicen y limiten nuestro porvenir.
“Mientras no te lastimes, te hagas daño o te pongas en peligro, tienes la obligación de probarlo todo al menos una vez en la vida” ¡No permitas que la vergüenza te demore!.