Las redes sociales siempre me han parecido muy útiles, sobre todo porque puedo encontrar una infinidad de cosas en un solo lugar. Y en medio de toda esa información encontré una frase interesante en una de las redes sociales más utilizada por los jóvenes, que decía “no hagas tantos planes, la vida hace lo que quiere contigo”, y me dejó pensando un poco acerca de cuánta razón tiene. La mayoría de nosotros tenemos expectativas sobre algún tema de nuestra vida, ya sean en un futuro inmediato o lejano: proyectamos, suponemos, armamos planes, nos morimos de ganas de que llegue el fin de semana, de que lleguen las vacaciones, el calor, esperamos con ansias el nuevo comienzo de año para bajar de peso, para cambiar de trabajo o empezar una nueva carrera, pero, ¿Qué tan seguros estamos de que todo eso se cumpla?, ¿Cuánto de todo eso está realmente en nuestras manos?
Tener la esperanza de que ocurran cosas en el futuro se le llama tener “expectativas”. Existen varios tipos de expectativas, entre ellas las “predictivas”, que son aquellas en las cuales creemos saber lo que ocurrirá durante las próximas experiencias que vivamos. Tenemos un patrón de la realidad y nuestro cerebro se encarga de crear suposiciones similares. Es decir, nos adelantamos a lo que podría suceder.
Otro tipo de expectativas son las “normativas”, de las cuales derivan pensamientos tales como “si una persona está fumando, espero que tire la colilla en un cesto de residuos” o al esperar que un funcionario público se comporte dando el ejemplo, es decir, esperamos que las personas actúen de determinada manera dependiendo el lugar que ocupan.
Y existe otro tipo de expectativas llamadas “merecidas”: Creemos merecer ciertos tratos, reconocimientos o cosas. Esperamos que valoren nuestro esfuerzo y lo que hacemos. Nuestra manera de ser se ve reflejada en nuestros actos y en nuestra vida cotidiana por lo que deberíamos actuar sin esperar nada a cambio ya que damos lo que somos y hacemos lo que sentimos.
Nuestras expectativas pueden ser disfuncionales y poco realistas si nuestras creencias y pensamientos están distorsionados. Cuando hacemos suposiciones no acertadas tendemos a decepcionarnos o defraudarnos de nosotros y de los que nos rodean. El futuro es impredecible, y en ocasiones ocurren situaciones ajenas a nosotros y todo aquello que esperamos no se logre, por lo que debemos ser conscientes de cuánto está en nuestras manos y cuánto no podemos controlar. ¿Cuántos de nosotros pensamos que el 2020 iba a ser grandioso y simplemente llegó una pandemia la cual cambió el rumbo de todos?
En ocasiones tenemos grandes expectativas y las utilizamos como motivación para aprender, conocer y actuar. Son nuestro motorcito y nos alientan a levantarnos cada día. Lo que me lleva a meditar acerca de cuánto de todo lo que hacemos lo hacemos porque realmente deseamos y cuánto lo hacemos para cumplir expectativas ajenas a nosotros. No hay que dejar pasar mucho tiempo para descubrir que lo maravilloso de la vida es hacer aquello que sume a nuestra vida, ya que el camino de la conformidad nos mantendrá estancados en una rutina poco fruida, por lo que deberíamos poner el foco de atención en todo aquello que deseamos hacer desde el corazón y no por obligación: cambiar el “debo” por el “quiero”. Exigirnos lo necesario para nuestra propia evolución. Como dije alguna vez, existen cosas que no están hechas para nosotros y soltarlas a tiempo es ganar.
Las personas que nos rodean como mamá, papá, amigos, pareja, profesores o jefes esperan de nosotros ciertas maneras de actuar. Tienen expectativas y esperan que nosotros las cumplamos, cargamos en nuestra propia mochila el peso de los deseos de los demás. ¿Cuántas veces hemos oído que los padres desean que sus hijos sean médicos, ingenieros o abogados? La capacidad que cada persona tenga sobre los límites que pone a la hora de que alguien más decida por uno mismo, se verá reflejado en el peso de aquella mochila la cual cargamos en este viaje que es la vida: ¿Deseamos que los demás pongan sus propios sueños en nuestra mochila? o ¿Nos merecemos elegir nuestro propio camino?
En ocasiones las expectativas actúan como molinos de viento: nos dan la energía suficiente para movilizarnos. Nos empuja a nuevas aventuras, a crear nuevas experiencias y a soñar con los ojos abiertos. Es la chispa que enciende nuestro fuego, nos aviva, nos hace sentir vivos y pensar en el futuro: Donde queremos ir, donde queremos estar, con quien deseamos compartir nuestro tiempo o que queremos hacer. Vivimos y soñamos en el presente, convivimos en el tiempo que nos toca, pero el futuro nos acompaña ya que es una construcción de las decisiones que tomamos día a día. El futuro lo edificamos con cada paso que damos hoy. Por lo que debemos soñar alto: Volemos lento pero seguros.
¿Cuánto tiempo vamos a dejar pasar para que vivamos la vida que realmente deseamos? Queda en nosotros buscar un equilibrio entre hacer aquello que deseamos de corazón viviendo el presente y focalizar un futuro estable y hacer lo que debemos. La clave del éxito está en disfrutar del camino, de apreciar el trayecto, de poner el empeño en ser mejor cada día y evitar desahuciarnos cuando algo no sucede de la manera que esperamos: La vida es un sube y baja, hay momentos en que nuestras expectativas se cumplen y momentos en que por circunstancias ajenas o no a nosotros las cosas no se dan, debemos aprender de ello y sacarle el mayor provecho a todo. Debemos tomar algo de cada etapa y cada momento, valorar lo positivo y aprender de los errores, sacar ventaja de lo vivenciado y aspirar a sentirse menos frustrado por aquello que no se da, ya que no somos todopoderosos y vamos a fallar, nos vamos a caer y las cosas no van a funcionar. Pero saber que eso es más normal de lo que parece, y que de las expectativas fallidas siempre se aprende algo nuevo.
Somos verdaderamente libres cuando dejamos de esperar por el futuro y comenzamos a vivir el presente de una manera más consciente. Cuando nos enfocamos en vivir la vida que queremos contarles a nuestros nietos o a los de alguien más y nos sentimos orgullosos de las decisiones que tomamos, de los caminos que elegimos, de todo lo que aprendimos por experiencia propia, de las batallas que acertamos y los tropezones de los que nos levantamos. Sentir que al fin y al cabo vivimos el presente tan bien que no necesitamos vivir dos veces, porque con una sola vez ha sido mas que suficiente. Después de todo, el presente es lo único que tenemos.
“Lo que necesitas no es predecir el futuro, lo que necesitas es tener tan claro como puedas tu presente, para que no te preocupe jamás el porvenir”